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Con micrófono y sin micrófono

Se acerca la primavera, he leído por ahí, en el hemisferio norte. A pesar de las heladas y a pesar de los helados (tantos seres humanos helados o congelados por la inmisericordia de mercados y agencias y sobre todo de los que mueven sus hilos, que son de carne y hueso y mortales como todos, no lo olvidemos). Dan ganas de coger un micrófono y recorrer las calles despacio para compartir (así dicen terapeutas y allegados) con l@s viandantes que la primavera llega y que el arte sigue existiendo (y no el arte que adormece, ese de pan y circo, sino el arte que sacude y perdura).

Ayer, un rato libre del que disfruté con la excelente compañía de dos jóvenes insobornables, pensaba en micrófonos. Primero, porque hoy en día como a lo largo de toda la Historia, se habla mucho, se opina mucho, pero solo algunas personas son valientes para no rehuir un micrófono o una ocasión de expresar en público quejas, divergencias e incluso acusaciones. Por ejemplo, hace falta ser valiente cuando uno va a recoger un premio y le dice al gobernante (llamémoslo así) que se lo da: Sí, y aprovechando la coyuntura, desde el respeto, quería preguntarle si no cree desproporcionada la actuación de la policía… (Desde aquí, aplausos al valiente.)

Otro ejemplo de micrófonos bravos, y también va con aplausos. Creo que en la entrega de los Goya actores, actrices y director@s fueron audaces, porque allí, ante el mundo, con el micrófono en la mano, no perdieron ocasión de criticar los recortes ni los intentos de censura de algun-os partido-s a la rtv pública, ni de denunciar que muchas veces triunfa la legalidad sobre la justicia (está claro, ¿no?; para eso hacen las leyes los que las hacen).

Y, con los micrófonos valientes de estos días, me encontré pensando en otros, las canciones, ese gran altavoz, ya sea para remover conciencias y espabilar o para cantar al conformismo y adormecer. Porque no es lo mismo que un cantante famos@ aproveche el micrófono para hablar de sus últimos altibajos amorosos, que para decir “no a la guerra” o “no nos moverán” (sin duda, porque nos moveremos nosotr@s hacia donde queramos).

Y de ahí empecé a pensar que “dime qué canciones te gustan y te diré cómo eres”, que viendo la discoteca de una persona podemos saber algo (bastante, quizá demasiado) de ella, que las músicas del mundo nos llevan de la mano a pueblos, sensaciones, ritmos, armonías, instrumentos, sonoridades, que qué bien que se inventaran los discos y los micrófonos… Y que está claro, no nos pararán. ¿No es verdad, ángel de amor?

Consuelo Allué

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