Si me quieres, déjame ir (Con la música a otra parte)
Me arrastro adonde vosotros estáis porque os quiero, me gusta oír vuestras voces, vuestras risas, sentir las vibraciones buenas de vuestro calor. Y me siento solo cuando os vais, porque ya no hay ecos en la casa, no vibran las paredes con los gritos de las pequeñas ni se oye el crepitar de las escaleras cuando subís y bajáis corriendo. Siempre con prisas. Sois raros, los humanos, estáis locos, estos humanos. Pero he aprendido a quereros lo mismo tiempo que vosotros aprendíais a quererme.
Me ha gustado ser perro entre vosotros. Todavía hay muchas cosas que tenéis que aprender de la madres naturaleza y de la vida, todavía os falta aprender lo importante, una caricia, un beso, un rincón cálido en el que descansar, un plato de comida y agua. No hace falta mucho más que eso. Y compartir la alegría, las prisas, las novedades (que nace una niña, que vamos a ver al abuelo, que suena el teléfono porque algo pasa -bueno o malo, como la vida misma-).
Habéis aprendido a quererme y a respetarme, incluso a educarme. Yo he aprendido vuestras músicas. La música de las mañanas de trabajo, del fresco mañanero, el sueño, y las prisas matinales. La música de los mediodías entresemana, comer rápido porque hay que ir a buscar a las niñas, y luego las extraescolares. Y según qué día es venís tardísimo a casa, y se me pasa la hora de la cena, y yo me aguanto porque es mi forma de colaborar con la armonización de la vida familiar y la vida laboral. Los días de fiesta son mejores, los fines de semana. Las niñas se pueden quedar más tarde el viernes por la noche, todo el mundo está más tranquilo, me hacen caricias, se dejan caer sobre mí, me gusta sentirlas, su inocencia, su ingenuidad, su liviandad. El sábado y el domingo todos podemos madrugar menos. Y para mí es un alivio. Vaya empeño a veces, a las 6 de la mañana y mi sistema digestivo (incluidos los intestinos) ya tienen que ser bien educados y responder… Pues no es tan fácil!
Me gustaba la nieve. Cuando nevaba íbamos a jugar, todos, con los trineos, corriendo arriba y abajo… Sin ánimo de ofender, todos parecíais perritos, saltando de aquí para allá, revolcándoos en los copos amontonados, suaves, frescos y recién caídos, jugando sobre la nieve (con deslizadores de esos que tenéis y donde yo también me quería subir). Y los días de largos paseos. Siempre hablabais mucho, tranquilamente, las niñas retozaban de aquí para allá como cachorritos. Esos paseos había calma. Y al lado del mar, viendo a lo lejos esos automóviles con sábanas que iban sobre el agua… Y tanta gente con poca ropa frecuentemente…
Ha sido bonito que me adoptarais y me llevarais a vuestra casa y a vuestras vidas. Me ha gustado la música del violín, de la guitarra, tanta música, siempre música. Me ha gustado hacerme mayor a pasos agigantados, mientras las niñas crecían siete veces más despacio que yo. Yo ahora ya soy un abuelo. No puedo comer, no puedo beber agua, ni esas pastillas que con tanto cariño me dais me puedo tragar… (Con esas pastillas veo perritas en biquini…). Ya casi no puedo andar. Me arrastro hasta donde siento vuestros movimientos. Soy más un murciélago que un perro. Me guío por las ondas, por los ecos, por la reverberación de vuestras vidas. Sé que queréis cuidarme, pero ya no puede ser. Es mejor que me vaya, que me dejéis marcharme, que me ayudéis a irme…
Por favor, yo ya no puedo, cógeme aúpa aunque sé que peso mucho, porque soy de una gran raza. Y ponme en el maletero del coche donde he ido con vosotros tantas veces, a tantos lugares bellos (y decíais: si el perro no puede entrar nosotros tampoco. buenos compañeros, como se hace en la selva y en el bosque). Acompáñame, que las niñas me den los últimos besos, que mi amita me abrace, me acaricie con sus manos de mujer amante y madre, y llévame… Acompáñame, resonarán las músicas de las casa y vuestras últimas músicas en mi corazón que aún funciona. Y me iré por el camino del cielo de los perros… Me ha gustado ser perro entre vosotros. Ha estado bien, coleguitas míos. Ahora tengo que marcharme. Feliz y querido y abrazado… Con vuestras músicas. Mira, suena el motor del coche, ya nos vamos… Seguimos…
Lur
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